Lo que se enseña es un fundamento reproducible y aplicable, pero al no saber ni siquiera con facilidad pronunciar unas simples palabras, encontramos complicaciones en las afirmaciones educacionales, además que muchas veces se reproducen sin conocimiento y estas solamente son limitadas a una lectura de textos sin sentido práctico, en la organización de un dictado que no permanece en la mente, entonces y al mismo tiempo este propósito se transforma insulsamente, quedando letra vacía y muerta.
La preparación para quienes imparten educación debe ser optima, excelente en todo aspecto, no se puede permitir que sujetos con bajo nivel de educación y moralidad ingresen a las aulas o salones de aprendizaje, peor todavía cuando no pueden hallar una distinción entre lo bueno y lo malo, los mismos al no haber encontrado una suficiente madurez mental, para lograr conducir a un mejor horizonte a sus oyentes o alumnos.
Lastimosamente esta realidad se halla con frecuencia en las Escuelas y Universidades de provincia, donde aprovechando la ausencia del control jerárquico educativo, maestros de inicial, primaria, secundaria y académicos implantan a su manera una forma de educación sin instrucción, sin fundarse en conocimientos sino que solamente imponen costumbres y rutinas de diversión.
La transmisión expresada oralmente se convierte en errónea, cuando no se puede formalizar su comprensión, el tema a tratar, en cualquier tipo de área que se va a enseñar, además de conocerse se debe tener en cuenta las maneras educativas de pronunciación en la aplicación de la participación, para que posteriormente pueda ser utilizado en el auditorio o aula.
Si el maestro no enseña lo que sabe no conoce lo que algún día aprendió.
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